La primera pregunta que puede hacerse el alumno, el candidato, es porqué un entrevistador experimentado, con más de treinta años haciendo entrevistas y formando a entrevistadores, es el que diseña y construye este taller y se presta a enseñar “los trucos” para hacer una buena entrevista.
La respuesta que tiene una honda dimensión ética, profesional y emocional se resumiría en que el candidato tiene derecho a conocer el papel que debe desempeñar en una entrevista, conocer el proceso, las técnicas y herramientas que se juegan en ella. Y por el contrario, el candidato también tiene la obligación, a nuestro entender, de prepararse para realizar una entrevista de éxito: se juega mucho de su futuro y puede compensa esfuerzos e inversiones del pasado.
Tambien adquirir algunas técnicas y recursos para contarlo bien. Hay un reconocido poeta y novelista, premio Pulitzer, de origen canadiense, Mark Strand, que acaba de terminar su autorretrato y que le titula “100 autobiografías”, para demostrar que tenemos al menos cien formas de contar nuestra propia vida.
No hay una sólo verdad, hay muchas historias, sucesos, experiencias, que unas por imposibilidad de recordarlas y otras por el limitado tiempo del que disponemos en la entrevista, no vamos a poder contarlas.
Hay cien posibles “versiones” de nuestra historia. En la entrevista hay que escoger la mejor para el fin que pretendemos.
No se pretende maquillar la realidad, ni maquillar al candidato, ni que se convierta en un político dando un discurso o en un locutor que cuenta los sucesos sin equivocar palabras o acentos. No pretendemos que el candidato deje de ser lo que es, lo único que pretendemos es que tome conciencia de que la entrevista es una situación muy especial, muy estrategica, como el día de una gran fiesta, para la que hay que escoger detenidamente el vestuario que vamos a lucir, aquel que resalte nuestras cualidades y esté acorde a las circunstancias del momento.
2. Es comunicación, no información
El entrevistador, sin embargo, como detallaremos más adelante, espera que el candidato le convenza, le influya, le trasmita credibilidad. No es la objetividad de lo narrado sino la emoción, convicción, credibilidad del narrador, del candidato, acerca de lo que narra lo que aporta valor añadido.
Es la diferencia entre información y comunicación. En la comunicación no se busca la objetividad de los hechos como si fuera una investigación con pruebas forenses de los delitos cometidos. En la información se busca la verdad, que es la correspondencia de lo que se dice con la realidad y en la comunicación lo que se busca, no menos legitimo y valioso, es la veracidad que es la credibilidad que la narración tiene para el protagonista de la misma, el asentimiento que a sus propios contenidos le presta quien lo emite. Desde esta perspectiva la entrevista debe proyectar alta veracidad y credibilidad.
Desde la veracidad, la historia que contamos, cuando es convincente, despertará emoción e interés. Y si no son interesantes las historias contadas tampoco parecerán veraces ni verdaderas.
Las ideas, comentarios y opiniones que explican los hechos de la vida profesional son ofertas de sentido que el candidato debe proponer para su vida y debe creerse, en primer lugar, el mismo. Desde esta convicción podrá transmitir emoción y coherencia a los que le escuchan.
¿Pero cómo no vamos a creernos, a transmitir con convicción, la historia que contamos sobre nosotros mismos? A las pruebas de treinta años entrevistando me remito. Lo normal es contar una historia llena de lapsus, dudas, incoherencias, huérfanas de mensajes y limpia de emociones.
Incluso cuando el candidato pretende ser frío y objetivo, dando sólo información, también está influyendo, porque inevitablemente está creando una opinión y una emoción en el interlocutor. La opinión del entrevistador en estos casos es muy poco favorable al candidato, lo puedo asegurar.

Algunos candidatos se juegan a “ cara o cruz” la fortuna acumulada, como si de un juego de azar se tratara, por no asumir que no es un momento sometido al azar, sino un juego de estrategia , en el que los sistemas ,los métodos, las oportunidades dependen de la preparación metódica. Las grandes inversiones hay que rentabilizarlas cuando depende de nosotros.
¿Pero cuál es la Inversión de la que hablamos? La mayoría de los candidatos que se presentan a una entrevista han invertido en su formación 10. 000, 12.000, 14.000 horas de estudio, dependiendo del nivel académico conseguido. A estas horas hay que sumarle 2.000 horas, aproximadamente, por cada año de experiencia laboral. El 95% de las personas que acuden a una entrevista se “juegan” literalmente esta inversión, porque no se han preparado para la entrevista.
Hay candidatos que sobre el papel, es decir en la trayectoria que se expresa en el Curriculum, son excelentes, ya que han invertido fortuna y horas en la construcción de su CV; son además inteligentes y tienen grandes conocimientos generales y específicos de su materia; pero no han dedicado unas mínimas horas a entender, comprender, entrenarse y prepararse para hacer una entrevista con éxito. Como si un arquitecto que construye un edificio de lujo, con estructura y materiales de primera clase, se olvida de embellecer la fachada, o de diseñar un hall acorde a los excelentes materiales invertidos. Un buen producto hay que terminar empaquetándolo de forma atractiva. Es el “packaging” o arte de empaquetar bien un producto para aumentar las ventas o el arte de componer un ramo de flores para resaltar su belleza.
La explicación de este arriesgado descuido de no prepararse para hacer la entrevista se puede encontrar en que algunos candidatos no acaban de valorar la inversión realizada, ni aceptan que un proceso de selección es siempre un proceso competitivo.

Algunos candidatos se juegan a “ cara o cruz” la fortuna acumulada, como si de un juego de azar se tratara, por no asumir que no es un momento sometido al azar, sino un juego de estrategia , en el que los sistemas ,los métodos, las oportunidades dependen de la preparación metódica. Las grandes inversiones hay que rentabilizarlas cuando depende de nosotros.
¿Dónde están las diferencias si los estudios, experiencia, edad, el conocimiento de idiomas y los conocimientos específicos son semejantes? No hay diferencias, salvo las que se manifiesten durante la entrevista. Con los años de estudio y experiencia el candidato ha ganado el derecho para estar en esa entrevista y competir por ese puesto. Ahora hay que recorrer el último tramo, los últimos diez metros del maratón, que es la entrevista. En este momento de nuestra vida profesional la entrevista se convierte en la balanza selectiva que marca las diferencias. Excelentes CV se convierten en papel mojado durante la entrevista, frente a otros competidores dispuestos y preparados para defender sus posiciones.
Después de muchos años entrevistando siempre tengo la creencia de que la persona seleccionada no siempre es la mejor de las que compiten, pero siempre coincide con la que mejor ha sabido convencer de sus cualidades y expectativas. El mejor candidato si no convence de que es el mejor, ya no es el mejor.
¿Cuál es la forma de competir con colegas y profesionales con las características semejantes a las mías? Y en el mundo del siglo XXI, en la situación de crisis, en la lucha por el talento que aporte valores añadidos, la pelea implica darse a conocer, saber venderse, saber convencer. En terminología del marketing diríamos que hay que conseguir "visibilidad".
Estas mismas circunstancias de competencia y rivalidad cercana se reproduce en el interior de las Organizaciones entre los colegas y colaterales. Para las promociones internas y para ocupar los puestos de responsabilidad dentro de las organizaciones de nuevo vuelve a reproducirse esta ley de la selección por la capacidad de convencer o influir, ya sea a través del discurso o a través de las acciones y obras realizadas. Es la ley de la selección natural, que dice que no sobreviven los más fuertes ni los más inteligentes sino los que mejor se adaptan al entorno. Para incorporarse y ser seleccionados o para aprovechar las oportunidades de promoción, de conseguir los mejores puestos hay que movilizar una capacidad inexcusable, vital, natural como la propia vida: saber competir.

Algunos candidatos no acaban de aceptar como valor diferencial de supervivencia esta necesidad de venderse. Esperan, de forma infantil, que sean los otros, el entrevistador o el empleador, los que descubran sus cualidades. Les parece casi injusto que ellos tengan que demostrar, mostrar, esas cualidades.
Consideran finalmente que es el entrevistador el que tiene el problema de conseguir averiguar que él es el mejor de los candidatos, olvidando, este ingenuo candidato, el primer principio de la retorica que es el adaptarse al interlocutor.
“Saber venderse” tiene una connotación negativa porque detrás de la actitud de venderse esta la idea de engaño, maquillaje, medias verdades, de “colocárselo” a alguien, de hacer “publicidad de uno mismo”, de intentar vender algo que no se tiene, hablar de un ideal del yo más que del yo real. Sin embargo “saber venderse”, entendido desde una actitud adulta y responsable con la propia historia, se entiende como la necesidad de hacerse visible, de darse a conocer sin exceso de maquillaje, con humildad pero con asertividad.
Nosotros preferimos el término “hacerse visible” al termino de “saber venderse” y lo recomendamos como muy positivo, licito, y necesario en una entrevista. Las razones son muy evidentes, si no te haces visible no te conocen. Si no te muestras no te descubren. Si no te das a conocer no te identifican. La entrevista no es un encuentro en la esfera privada, sino público y profesional, y todo lo público exige una adaptación a la situación, una educación, una urbanidad, una serie de comportamientos, unas instrucciones de uso, unas mejores opciones que se adapten a los requisitos de la situación.
En un proceso de selección lo supera no el mejor, no el más preparado, no el más listo ni el que más enriquecedoras experiencia ha vivido sino aquel que mejor se adapta a la situación de competitividad que se produce en la selección (parecido a la selección natural) y, en especial, a la entrevista. No sólo hay que tener un buen curriculum sino que hay que saberlo contar y demostrar.
Hacerse visible es uno de los aspectos que más cuesta al candidato, porque teme que lo consideren prepotente o engreído o pretencioso. Sin embargo, es el momento, como en una pasarela para que guste los vestidos hay que exhibirlo.

A la entrevista de selección hay que sacarla del mundo del misterio y del mito para convertirla en una situación profesional, experimental, en donde no hay lugar para el “secreto” ni para improvisaciones espontaneas. Es una situación que para el candidato debe regirse por la razón, los criterios y la gestión de las emociones, muy lejos de la magia de lo inexplicable que algunos llaman “química” o “feeling”.
La razón profesional nos dice que la entrevista es una actividad que se pone en marcha en el momento cumbre del proceso de selección y que ella misma tiene su propia metodología y su propia técnica. En esa actividad profesional el entrevistador juega un papel que como cualquier otra responsabilidad profesional debe aprender. El candidato también tiene su papel que debe aprender y entrenar. Cuanto mejor conozca cada uno su papel más profesional es la entrevista. La entrevista es como un baile que una pareja de profesionales ejecutan ante el público. Del baile se podrá disfrutar y será más atractivo cuanto mejor se maneje la técnica por ambos bailarines, se podrá ejecutar y parecer más natural cuantas más horas de aprendizaje lleve incorporadas. Sólo mentes paranoides pueden pensar que el objetivo del candidato es, por encima de todo, engañar. Si fuera así, sería un auto engaño, porque el candidato pagaría con su inadaptación al puesto su impostura durante la entrevista.

Es vehículo de cambio tanto personal como social, según ha confirmado una y otra vez psicólogos y sociólogos. Las técnicas de comunicación es para nuestra época lo que “ el arte de la guerra” para la edad media .Para ganar batallas en el S.XXI hay que conocer las técnicas de supervivencia y estas técnicas ahora tiene que ver con la capacidad de comunicación, influencia y convencimiento.
Es cierto que la entrevista es una conversación y dado que todos sabemos hablar ¿para qué prepararse? Hablar por hablar no es lo mismo que conversar; conversar es hablar con una finalidad. La entrevista es una conversación con la finalidad de transmitir un mensaje. La conversación cuando tiene mensaje es comunicación y la comunicación es la clave del éxito en la sociedad contemporánea, hasta tal punto que se produce un “efecto de halo” sobre aquellos que comunican bien: los buenos son los que comunican bien y los que comunican bien son los buenos. Los buenos lideres son buenos comunicadores. Los excelentes lideres son excelentes comunicadores. Los buenos candidatos son lo que comunican bien y los que comunican bien son buenos candidatos.
-
Es estratégico en la sociedad del conocimiento porque conversar es la principal herramienta para pensar, porque el pensamiento no se produce en la soledad sino en el dialogo con los otros, sean estos diálogos platónicos o cotidianos.
Conversando y pensando, como si de una potente máquina de ordenador se tratara, producimos conocimientos, los frutos mas preciados de esta sociedad, que bien podemos llamarle también “la sociedad de la conversación”. La entrevista es un generador de conocimientos, imprescindible, por tanto, en la sociedad que vivimos.
-
Es estratégico en el interior de las organizaciones, porque la posición o relevancia que un profesional termina ocupando depende en gran parte de la capacidad de conversar, de comunicar. No promocionan los mejores sino aquellos que se manejan bien en el “arte “de la conversación, de la influencia, especialmente la influencia hacia arriba. La filosofía popular ha recogido esta aparente contradicción entre el ser bueno y el parecerlo, “no sólo hay que ser bueno sino parecerlo” y para parecerlo hay que saber conversar. Todo el mundo tiene su cliente interno; las personas tienen que conversar con otros compañeros de la estructura interna (Back-office); todo el mundo tiene una persona que es el destinatario de su trabajo al que hay que convencer de lo que hacemos.
-
Es estratégico en la vida familiar o de pareja, en cuyo ámbito muchos de los conflictos y sufrimientos que a veces se viven están provocados por las dificultades en la comunicación. No nos entendemos no porque seamos distintos, sino que terminamos pareciendo distintos porque no alineamos nuestros mensajes.
-
Finalmente es estratégico en la esfera personal. La conversación con uno mismo no sólo facilita el examen de la autoconciencia sino que aporta identidad .L a conversación consigo mismo es la vía privilegiada de autoconocimiento. Para realizar el imprescindible autoexamen de lo que uno hace, quiere, sabe o puede tenemos que pasar por los desfiladeros del dialogo interior. Los resultados de esta conversación interior serán más eficientes cuando se conocen las técnicas apropiadas, como el médico especialista, conocedor de las técnicas apropiadas, realiza una resonancia magnética para conocer el estado de salud del interior de nuestro cuerpo. De lo que nos digamos a nosotros mismos dependerá en parte nuestro saludable estado de autoestima y la fortaleza de nuestra identidad.